Después de una estresante semana parece que por fin podemos respirar en vísperas de Semana Santa. La locura se había apoderado de los miembros de la tribu (o sease: jefes y compañeros de trabajo) en unos días cruciales para la supervivencia del gurú y todo su clan (es decir, los jefes y su equipo en el que me incluyo). Todo empezó con mensajes al móvil del jefe a las 23:20 en plan "por favor, esto hay que procesarlo como sea hoy" (¿Creen que el ordenador es mi compañero de cama? ¿quizá piensan que a las 12 de la noche y después de un día de trabajo infernal soy capaz de hacer algo con un excel?) y con llamadas a las 8:30 en un martes con huelga de metro en el que me tocó esperar 20 minutos al frío (sí, frío en esta época, porque el último día de Marzo aún hacía 5 grados por la mañana temprano) después de haber venido como una sardina enlatada en un metro en el que la gente estaba más que irascible por el tema de la huelga. Al llegar al curre hay un nerviosismo generalizado y
