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Mostrando entradas de octubre, 2007

Otra anécdota de Tokyo

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La anécdota del primer día fue con el idioma. Obviamente es muy diferente al nuestro aunque la pronunciación es muy limpia y los sonidos se parecen a los nuestros. Sólo logré aprender 3 frases: Hola, Adiós y Gracias que son por este orden: “koni chi wa”, “sayonara” y “arigato”. Después de haberme perdido intentando llegar a la Tokyo Tower (esa que es parecida a la torre Eiffel pero con los colores de la bandera nipona: roja y blanca), encontré algo que me maravilló. En el mapa las distancias parecen mucho más cortas así que me bajé en una estación de metro que no parecía muy lejana y pensé que la torre se vería desde cualquier sitio y sería fácil orientarse. Pues no. Me equivocaba. Estaba como a unos 20 minutos caminando y no se veía. Menos mal que un joven que hablaba inglés muy gentilmente me indicó por dónde ir y me acompañó hasta una calle desde la que se veía. Así ya fue más fácil. Entonces me dirigí hacia allí y empecé a callejear cuando de repente vi unas escaleras desde las que

En Tokyo

Estoy tan cansada que me muero de sueño …. Me duele todo el cuerpo …. Pero es cansancio de semi-vacaciones así que es del que sienta bien. No quiero dejar de apuntar las anécdotas antes de que se me olviden porque unas risas siempre son buenas, aunque se aa pesar de la torpeza de una española en Tokio. La anécdota de ayer fue en uno de esos baños del metro (es una maravilla que en muchas de las estaciones haya baños, siempre tan limpios a pesar de que no siempre tienen taza). Aprovechando que había uno con taza, ahí me fui y claro, era para discapacitados. El problema es que no encontraba la cadena porque muchas veces tiene sensor, así que vi un botón rojo y le di y empezó a sonar una alarma. A los 3 segundos encontré la cisterna y salí tan dignamente del aseo al tiempo que por el pasillo se acercaban a todo correr dos empleados del metro que debieron pensar que alguien estaba en apauros… Empiezo a ser una experta en el metro más concurrido y grande del mundo. Ya estoy familiarizada c

Otra vez en el aeropuerto ....

Aquí estamos otra vez. Mi vida últimamente transcurre entre aeropuerto y aeropuerto. Hoy es Barajas. Dentro de unas horas será Munich. Y dentro de bastantes más estaré en Asia de nuevo. JAPON. Que alegría más grande cuando mi más querido jefe me reclamó una semana para formar a la persona que le ayuda en Tokyo . Un año viajero, sí señor. Budapest, Marrakech, Estambul, Pekín, Shanghai ….. y en el medio Coruña y Santiago unas cuantas veces … ya suman horas de vuelo ¿no? Y ahora Tokio!. Estoy emocionadísima. Este es un año grande. 2007 Un buen año ¡SI SEÑOR! Queda una hora para la salida del vuelo y aquí estoy en la T1 escribiendo en un día soleado. No estoy muy inspirada aunque sí más tranquila que esta mañana cuando mis manos temblaban de la emoción mientras compraba el vuelo. Estoy un poco preocupada porque sólo tengo 35 minutos desde que aterriza un vuelo hasta que tengo el enlace del otro y hay que pasar control de pasaportes y todo eso, pero confío en la puntualidad germana

45 minutos de retraso

Eso dicen. Estoy en Fiumicino y parece que hay que esperar. En lugar de volar a las 9:15 salimos a las 10. Eso con un poco de suerte. Lo que significa que el aterrizaje será alrededor de “medianoche y media” como dicen los italianos. Esta tarde llovía sobre Roma. Y eso me hacía sentir que la ciudad se apenaba por mi partida. Tantos años de historia que te envuelven por todas partes te hacen sentir que la ciudad es un ser vivo y te hace saber y sentir cosas. No me resulta una ciudad grande. Ni grande ni extraña.Sino todo lo contrario. Me siento parte de ella. Es posible que en mi otra vida haya sido una romana o incluso que lo seré en la próxima. ¿Por qué?No lo sé.Pero así es. Esa Roma inmensa pero al mismo tiempo cercana y acogedora. No te das cuenta de su grandeza hasta que no subes a una de las colinas. Es ahí cuando el dimensionamiento de la cuna de las civilizaciones se te revela rápidamente, con sólo una mirada. Siempre la imagen que se queda en la retina no tiene nada que ver con

Cuando el corazón se rompe.

Existen momentos en la vida de cualquier persona en que todo pierde sentido. Hasta las cosas más triviales se ven de otra manera porque todo está condicionado por el estado de ánimo. Tendemos a rodearnos de personas afines a nosotros, ya sea en condición social, en aficiones o en orígenes. Ansiamos desesperadamente compartir algo y para ello buscamos bases comunes. No siempre funciona. Entonces es cuando empieza el autoengaño. Nos intentamos convencer a nosotros mismos de todo aquello que vemos con claridad en los demás. Así que no se nos ocurre nada mejor que disfrazar la realidad, extender cortinas de humo que permitan no ver nítidamente lo que no nos conviene ver. Son comportamientos conocidos, criticados, y sin embargo, reiterados. Con el transcurrir de los años nos intentamos autoconvencer de que la experiencia nos hará más fuertes y podremos hacerles frente, pero no es así. Me rompieron el corazón hace unos años. Aún no entiendo muy bien cómo ni por qué pero fue un acto que tendr