La Ruta del Cares

2010.
Primer fin de semana de Julio.
Un grupo de personas se reúne cerca de Atocha para coger un autobús rumbo al parque Natural de los Picos de Europa. Yo soy una de ellas y subo ilusionada al autobús escapando del calor madrileño. La primera sorpresa me la llevo cuando me indican que la Ruta que vamos a hacer no es la "turística" de 12km, sino que será un poco más larga (casi el doble) pues llegaremos de Posada de Valdeón (donde nos alojaremos) hasta Caín un de los puntos de inicio de la Ruta del Cares) caminando.
Bueno, ¡MALO SERÁ!
Salir de Madrid en plena operación salida (segunda quincena de Julio) y a las 6 de la tarde, no es fácil.
Las retenciones provocan un retraso considerable pero .... estamos empezando el viaje, todos estamos con muchas ganas y pienso que, como en los aviones, el conductor lo recuperará en ruta.
Superadas las retenciones y una vez en la A-6 dirección Tordesillas para luego coger la A-62 dirección norte, la cosa ya tenía mejor pinta.
La parada para el BOCATA DE LOMO-QUESO (si no recuerdo mal) fue en Carrión de los Condes.
Parecía que la mayor parte del camino estaba hecha (unos 300km) aunque resultó no ser así pues a unos escasos 50km de Posada de Valdeón, el tom-tom indicó una ruta que resultó nula pero no lo supimos hasta cerca de la 1 de la madrugada cuando, al llegar a Santa Marina de Valdeón la carretera estrecha del pueblo estaba cortada a 2km de nuestro destino final.
A esas alturas ya estábamos cansados y con ganas de llegar tras haber superado un recorrido de carretera de montaña en la que la niebla lo invadía todo.
Tal era así que el conductor se podía guiar mejor viendo las curvas en el tom-tom pues la carretera apenas se distinguía.
Para agravarlo, varios animales se cruzaron en el camino o simplemente estaban apostados en los laterales de la carretera: vacas, jabalíes, ciervos ....
El escenario era una mezcla entre Twin Peaks y El Día de la Marmota.
No terminaba nunca.
Una vez que la pericia del conductor quedó más que demostrada al entrar en Santa Marina de Valdeón por unas calles tan estrechas que veíamos los tejados de las casas a escasos centímetros del autobús y dar la vuelta en una plaza que no permitía mucho margen de maniobra, desanduvimos el trayecto de Boca de Huérgano a Santa Marina (unos 30 km) y al llegar allí pasamos por Riaño para después de otros 30 y pico km llegar sanos y salvos a Posada de Valdeón.

Llegar a Posada de Valdeón no fue fácil, no señor.

Acabamos llegando cerca de las 3 de la madrugada.
El reparto de habitaciones fue rápido y caimos rendidos.
El desayuno del día siguiente fue espectacular.
La señora Leandra (una abuelita que se parece al anuncio de Fabada) nos proveyó de todo tipo de viandas: magdalenas, croissant, tostadas con mantequilla, una especie de buñuelos que se conocen con el nombre de frisuelos y bizcocho casero que estaba incluso calentito.
La mañana estaba fresquita pero con ese abituallamiento nos sentíamos capaces de cualquier cosa así que nos pusimos en camino.
La ruta Posada de Valdeón - Caín son unos 10km aproximadamente y parte de ellos discurre por carretera.
como el ritmo que llevábamos era bueno, decidimos acercarnos a ver una Ermita y para ello nos internamos por unos prados preciosos.
Ahí empezaron a molestarme las botas, así que decidí ponerme las zapatillas (y menos mal!!!).
Descansamos un ratillo en la ermita y luego volvimos al camino para llegar a Caín a la hora de comer.
Los restaurantes de este pequeño pueblo ofrecen unos menús espectaculares por 10 euros y así repusimos fuerzas en uno de ellos (recuerdo especialmente un brazo de gitano casero ... mmmm .....).
Tras descansar un rato, sobre las 4:30 o 5:00 nos pusimos en marcha.
Ahí empezaba la ruta del Cares que une los pueblos de Caín en la provincia de León con Poncebos en Asturias. Esos son los aproximadamente 12 km de ruta.
Alguna gente empieza en Asturias y llega a Caín para comer. Se toma un cafelito, descansa un rato y luego se vuelve de Caín a Poncebos (o viceversa, claro) pero es cierto que más cómodo es hacerlo en un solo sentido y luego que el taxi te lleve al otro lado.
Lo que ocurre es que aunque el trayecto es corto, la carretera tiene que dar la vuelta a la montaña y los 12 se convierten en casi 100.

Bueno, pues la ruta es increible. El recorrido tiene bajadas y subidas, aunque no muy acusadas (salvo, en nuestro caso, el tramo final que era la bajada a Poncebos).
El paraje es incomparable, una belleza y sobre todo si, como nosotros, hay suerte con el tiempo y no es ni frío ni hace demasiado calor. Así se camina cómodamente (con las salvedades de los mareos al ver el "precipicio" por el rabillo del ojo, el cansancio y esas cosas).
Como tienes que ir pendiente de no caerte (por la cuenta que te trae) no disfrutas del paisaje tanto como quieres, sino que miras el suelo todo el rato.
Cuando faltaban unos kilómetros íbamos ascendiendo; la pendiente no es mucha (al menos a simple vista) y parece que se lleva bien pero llega un momento en que no haces otra cosa que pensar en que lo mejor es que se termine.
Menos mal que hicimos una paradita en ese ascenso y que, afortunadamente, un poco después empezó la bajada.
Ahí, en un lateral quise admirar el paisaje en toda su grandeza y de repente la montaña empezó a alejarse.
Era como tener una lámina de esas en 3D que se movía delante de mi.
El efecto se pasó cuando volví a mirar al suelo y me tomé un aquarius.
Luego empezó la bajada que, desde mi punto de vista, fue lo peor.
Acabada la subidita ansiaba que llegara ese momento pero después de 2 minutos bajando ya empecé a arrepentirme.

No veía el momento de llegar al autobús: mis piernas protestaban, me dolía más la rodilla buena que la mala y las zapatillas resbalaban por la gravilla y las piedras más de lo que me hubiera gustado forzándome a mantener el equilibrio continuamente.
La opción de las botas no era nada atractiva porque me molestaban muchísimo pero al final conseguimos "apuntalar" la lengüeta entre los cordones dejando el tobillo sin sujeción y así conseguí terminar el último tramo.

Cuando el autobús nos recogió estaba cansada pero es que cuando llegamos a Posada de Valdeón para cenar (escasos minutos antes de las 23 horas que era la hora límite para la cena) me sentí exhausta.
La crema de calabaza y el tierno y riquísimo jabalí contribuyeron a mi recuperación.
Los demás se fueron todavía a tomarse una copichuela pero yo necesitaba descansar porque había completado
29,5 km!!!!! (un récord, una hazaña para alguien que no hace ejercicio en todo el año)
Si lo hubiese sabido no me habría apuntado a la excursión pero afortunadamente mi cuerpo demostró que puede hacer más de lo que mi mente piensa.
Eso sí: no sé cuanto tardaré en recuperarme.
Parezco un robocop lisiado cada vez que me muevo pero estoy contenta porque ha sido un fin de semana increible.

El domingo volvimos a desayunar con las viandas de la señora Leandra y luego nos dirigimos a Arenas de Cabrales donde visitamos las cuevas y comimos copiosamente en un restaurante donde todo estaba exquisito.

La vuelta fue también más larga de lo previsto porque empezó a haber retenciones en el km 139 de la carretera de Burgos y acabamos llegando sobre las 12 y pico de la noche.

En cualquier caso, la experiencia, la comida, el esfuerzo y el paisaje son impagables.
Y la compañía inmejorable contribuyendo con su alegría y buen humor a que el fin de semana sea por siempre, memorable.

Comentarios

Entradas populares